Las semillas capaces de germinar absorben el agua de lluvia y se hinchan. A esto de llama la imbibición. Después de unos días, la nueva raíz (posteriormente el nuevo tallo) perforan el envoltorio de la semilla. Una o dos hojas embrionarias, a menudo redondeadas y espesas, son visibles casi desde el principio: hablamos de los cotiledones. Éstos ya existían en la semilla; contienen todas las reservas de alimento necesarias para el crecimiento de la planta.
La germinación del polen comienza con un agrandamiento de éste por la absorción del agua de la superficie del estigma. Las vacuolas turgentes empujan la intina y el citoplasma hacia la apertura del grano de polen. Este es el principio del crecimiento del tubo polínico.
Cuando el tubo polínico aumenta, el citoplasma y los 2 núcleos se encuentran confinados en su extremidad, dejando al nucleo gametogenico ligeramente detrás del núcleo vegetativo. Los fenómenos de elongación celular se encuentran limitados a la extremidad del tubo. Éste atraviesa el estilo sin penetrar nunca en las celdas. Las celdas del tejido de conducción actúan como carriles para el tubo polínico.
Existen dos categorías de germinación: en una, los cotiledones son levantados por el crecimiento del tallo; en la otra, éstos se quedan en tierra. Al final de la germinación, el marchitamiento de los cotiledones indica que cumplieron su papel. Las verdaderas hojas se desarrollan sobre el tallo y toman el relevo en la labor de alimentar a la planta gracias a la fotosíntesis.
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